Para sociedades
como la nuestra en la que cada quien ve por sus propios intereses muy
particulares, es obvio que cuando damos lo que sea siempre nos quedaremos con
menos de eso que dimos.
En consecuencia,
procuramos guardar, reservar para nuestro goce y uso, todo lo que podemos
acumular.
Sin embargo, hay situaciones y contextos en los cuales el dar
no reduce lo que tenemos; por el contrario, nos enriquece en más de un sentido,
somos más.
¿Cuáles son esos
contextos en los cuales el dar nos hace más y si se quiere ver así, también nos
permite tener más?
Retener y acumular, fuerza situaciones que nos confrontan a
unos con otros, y propicia en el extremo diferencias que nos orillan a
posiciones irreconciliables porque están apuntaladas en nuestro egoísmo. ¿Acaso no nos percatamos de ello?
No percibirlo nos mantiene al margen de la carga liberadora
que es compartir.
Sobre este mismo
tema, el 28 de octubre del 2008 presenté la Proclama
de Educación Permanente ante el pleno de la Feria del Saber, Primer Encuentro de Egresados CIPAE, donde el
documento suscrito por la mayoría de los asistentes dice en el punto III:
“Quien comparte bajo los principios de la
educación permanente jamás se queda con menos, siempre es más, porque el acto
de dar siempre implica el de recibir; dar y recibir son la misma acción”.
Ese punto de la proclama asienta que si bien el permanente cambio,
así como y la modificabilidad del ser humano hace posible que las personas se
formen y en consecuencia se eduquen, esto no sería posible sin la dimensión
ética de convivir compartiendo con los demás.
Sólo el amor, los valores y actitudes que derivan de él nos
colocan en condiciones de dar sin el temor de que nos quedaremos con menos.
De ninguna manera es una cuestión simplista de motivación
vacua. Se trata de una actitud muy interior de aprender a desprendernos de lo
que tenemos, y si eso que tenemos emerge de lo que somos en esencia, entonces
lo que demos no sólo cubrirá las necesidades materiales, también tocaremos la
parte interior de quienes nos rodean.
Tal parece que ésa es la fórmula secreta del establecimiento
de relaciones en las cuales todos ganemos: si logramos acudir a nuestra
profunda interioridad podremos identificar lo que somos, y no cegarnos pensando
que lo que tenemos es lo que somos. Siempre, en todo momento y lugar, lo que me
define no es lo que tengo, es lo que soy.
Si logramos desarrollar nuestro ser, éste sobrevivirá al
tener.
Conseguir que al
relacionarnos cedamos una parte de lo que somos, inclusive materializado en lo
que tenemos, no nos dejará desprovistos de nada.
Estoy convencido que actuar desde esa íntima dimensión nos
abre caminos inexplorados y nos da las condiciones para hallar solución a
cualquier problema.
¿Qué le parece?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
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